martes, enero 08, 2008

Maldición a las 8.


El hijo de la gran puta ha estado pasando una y otra vez calle abajo y calle arriba inverosímil jockey sobre una motejo que aunque parecía de juguete era de verdad haciendo con su escape libre un ruido espantoso que me irritaba sobremanera. ¡Ojalá te caigas y te rompas la cabeza contra el asfalto, so cabrón! le he imprecado para mí apasionado. No mucho más tarde ha cesado el retumbante tormento y he podido contemplar a distancia cómo la ambulancia se llevaba al adolescente herido: todo raspao y una muñeca tronchada, me ha informado un espectador de la caída. [Hum, me he dicho, la maldición efectiva es solo cosa de los profetas].

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