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El de la francesa Chantal Sabire no es un caso real de apelación fundada a la eutanasia activa: por sí misma podía -y puede que sea lo que ha hecho- quitarse la vida. Los verdaderos son aquellos en los que al sujeto paciente no le es posible dan fin a la agonía.
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[Él y también ella sí que lo hacían con fundamento].
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