martes, abril 21, 2009

Lecturas sorprendentes.


Es el caso de My silent war, de «Kim» Philby. Desde su mismo comienzo, desde la propia dedicatoria: 'A los camaradas que me mostraron la forma de servir' pues, ¿a qué camaradas se refiere este maestro del doble juego? ¿Los británicos, los soviéticos, los unos y los otros?

Leer, ver cómo narra con excelente estilo su carrera en los servicios de Inteligencia británicos con el trasfondo de su pertenencia en cuerpo y alma a los soviéticos, vislumbrado en mínimas alusiones en una buena parte del volumen y que solo en la final se hace explícito, no puede por menos que causar asombro. Cuesta creer que se pudiera dar semejante malabarismo en actividad tan controlada como la del espionaje, y justamente en Servicios de muchísimo prestigio como los del Reino Unido; y aun también medio 'sirvió' en los de los norteamericanos por su estrecha colaboración con ellos durante su estancia en los Estados Unidos, allí destacado por los suyos [con este doble agente, los 'suyos' es engañoso: tanto puede referirse a sus compatriotas como a los soviéticos, o a ambos; que tal ambigüedad alcanza, como ya dije, a la propia dedicatoria].

A todos supo burlar, en un juego cuya apuesta era la muerte, y a los suyos -aquí, sin ambages ya, los soviéticos- servir con inteligencia y voluntad ejemplares. Si puede aplicarse tal concepto, de ejemplaridad, a un hombre semejante.

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