sábado, abril 11, 2009

Sionistas y antisionistas.


> '.../... El odio al judío se autoproclama en nuestros días «antisionista». No reprocha al judío su raza; un absurdo, lo sabe, en el sentido biológico del término, sino su solidaridad «expontánea» con el Estado de Israel. El muchacho vilipendiado y maltratado vale para futruro soldado de Sharon&Co, aunque viva en Sarcellles o estudie en el Liceo Montaigne. El intelectual neoyorquino o parisino de ascendencia judía tiene las manos manchadas de sangre palestina, a menos que no jure por Yaser Arafat e injurie a Sharon. Tertium non datur, contar hasta tres está prohibido, uno es sionista o antisionista.

¿Qué significa hoy en día el término « sionista»? En otros tiempos designaba un compromiso específico, el de cumplir el alya partiendo a construir un Estado judío sobre la tierra de los lejanos antepasados bíblicos. Herzl fue su promotor en el siglo XIX. En la medida en que las fronteras se encuentran abiertas, que los visados y los pasaportes están en nuestras latitudes a disposición de todos, nadie puede decir que existe en Francia, en Europa, en Estados Unidos, un solo sionista en el sentido tradicional de la palabra. ¿Quién impide a cualquiera en un país democrático hacer las maletas y comprar un billete de avión? ¿Quién le retiene durante toda su vida? Nadie.

Es forzoso pues concluir que, empleado peyorativa o positivamente, poco importa, el sentido de la palabra ha cambiado. Un judío de la diáspora se llama a sí mismo sionista cuando reconoce y defiende el derecho a la existencia de Israel, sin sentirse obligado por ello a emigrar a Jerusalén y sus alrededores. Recíprocamente, el antiguo antisemita se vuelve antisionista y confiere a la palabra «sionista» un significado ampliado: Israel es un Estado predador históricamente, criminal actualmente, su legitimidad es dudosa, su derecho a la existencia no es evidente, y los que tienen otra opinión -«los sionistas»- se vuelven cómplices de los criminales.

El debate de ayer entre sionistas y antisionistas, entre los judíos pioneros y los que se negaban a emigrar, está superado. Era un debate entre judíos. Actualmente, ese debate opone pura y simplemente a los que piensan que el Estado de Israel tiene derecho a existir, al menos tanto como cualquier otro con representación en la ONU, y los que piensan, más o menos, que no. El debate ya no queda reservado a los judíos.' [En Le Discours de la haine, de André Glucksmann, 2004].

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