Un soldado, un ejército, una nación, un pueblo.

SHALIT, VIVO O MUERTO, por Sebastián Basco.

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'La acción de los milicianos palestinos el pasado domingo contra la base israelí de Telem, en Kerem Shalom, no fue un atentado terrorista con bomba contra un autobús, pero duele tanto o más un ataque de comandos contra una de las mejores unidades blindadas del «Tsahal». Dos soldados israelíes murieron y otro, el joven Guilad Shalit, ha sido secuestrado. Recuperar al soldado Shalit es prioritario para Olmert.

A requerimiento de Tel Aviv unos, por iniciativa propia los otros, todos cuantos tienen algo que decir al oído de los palestinos -Francia, España, el Vaticano, Jordania, Egipto...- se han puesto manos a la obra para obtener su liberación. Presionan hasta la asfixia al presidente palestino, Mahmud Abbas, y de forma indirecta al primer ministro, Ismail Haniyeh.

Israel se apresta incluso a negociar. Lo ha hecho en ocasiones, y el «Pidión Shvuim», o rescate de rehenes, es aceptado por la sociedad judía desde hace milenios. Pero hay otra vía. La inteligencia militar y el espionaje interior, el Shin Bet, trabajan para localizar al secuestrado, y si fallan rodarán cabezas. Una operación de comandos puede ser fatal para Shalit. Sería grave, pero recuperar su cadáver basta -hay precedentes-. Salvaría la cara de un Ejército que debe mostrarse superior hasta el insulto. Las brigadas Guivad y Golani esperan a las puertas de Gaza.'

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> 'Salvaría la cara de un Ejército que debe mostrarse superior hasta el insulto.'

No es así como yo lo veo: no es por 'salvar la cara' de su ejército por lo que todo Israel (y, porque Israel lo ha hecho, también 'todos cuantos tienen algo que decir al oído de los palestinos') se ha movilizado de tal manera. Ha sido por algo más que por eso. Ha sido por salvar a un soldado, su soldado, y con él no 'la cara' sino el honor de su Ejército entendido como el deber y la obligación de defender y proteger hasta lo imposible incluso al último de los hombres y mujeres que lo componen; y con el honor de su Ejército, su propio honor, el honor de toda la nación. No se olvide que hoy es Israel un pueblo en armas como lo fue en tiempos bíblicos y que solo por ser un pueblo en armas es todavía un pueblo sobre la faz de la tierra.

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¡Ahí van!